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lunes, 22 de septiembre de 2014

Fin de temporada: MD 'Desafío Islas Cíes'

Trifoto: giro alrededor del cono
Casi ni recuerdo cuando me inscribí en este triatlón, pero fue a principio de año, justo después de comprar la bici de contrarreloj (lo que en argot se denomina cabra), en una fase en la que busqué varias pruebas de media distancia con un perfil ciclista llano para amortizar la postura, las ruedas de perfil y todo ese arsenal aerodinámico que he ido recopilando a lo largo de los últimos meses. Sería mi tercera prueba de media distancia (1.900 m. de natación, 90 kilómetros de bici y 21,1 kilómetros a pie), y con la que pondría el cierre a la temporada de duatlones y triatlones, que había empezado a mediados de febrero en duatlones sprint.



Una de las cosas que me llamó la atención de la prueba es que los escenarios prometían ser espectaculares. Además, es una parte de Galicia que no conocía. El único inconveniente es que Vigo está realmente lejos de Bilbao. Demasiado para ir y volver a competir en un solo fin de semana. Pero conseguidos unos días libres (un viernes y un lunes), todo pintaba para un buen fin de semana turístico-deportivo.

Otra de las cosas para la que tenía que servir era para quitar el sabor de boca de la última prueba, el Desafío Castilla y León, un triatlón de media distancia en el que me pasé con el ritmo de bici y acabó haciéndoseme muy cuesta arriba la última media maratón. [puedes leer la crónica de esa carrera aquí]

1900 m. de natación frente al arenal del Vao (Vigo)

El comienzo de la natación
Ya había dejado la bicicleta el día anterior en los boxes, lo que habría de servir para reconocer un poco el circuito de agua, metiendo incluso los pies en el agua del Atlántico, no tan gélida como imaginaba. Estamos a finales de verano y la temperatura se ha ido caldeando a lo largo de toda la estación. Con todo, la utilización del neopreno será optativa, al contrario que en las dos últimas pruebas disputadas, donde nadamos a pelo. Mis rivales con muy poco, todo hay que decirlo.

Esencialmente el circuito es muy sencillo. Hay dos boyas separadas por cien metros a novecientos de la costa. Pues hay que ir hasta ellas, dejar ambas a la izquierda y volver a la playa. Fácil, ¿no? Bueno, el caso es que las boyas no son exageradamente grandes, para qué engañarnos. Hay una serie de boyas que guían hasta las de giro, pero esas sí que son pequeñas. Para darle un toque épico, nadaremos al amanecer.

Saliendo del agua
Estoy en la salida junto a Julia y esta vez con todos los deberes fisiológicos cumplidos. El sol va saliendo por la derecha (salimos hacia el norte) mientras nos colocamos en la orilla de la playa, a punto de salir. No estoy demasiado nervioso. No estoy seguro de ver las boyas a lo lejos, pero una vez dentro del grupo, con ir dónde van los demás...

Me gustan las salidas en las que entramos corriendo desde la arena porque puedes controlar durante unos segundos dónde colocarte. Ha sonado la bocina y estoy corriendo hacia el mar, adelanando a quienes entran andando al agua. Es una forma de distribuirse desde la salida. Corro, pero no esprinto, buscando mi sitio en el grupo.

El comienzo es relativamente tranquilo. Rodeado de gente, pero capaz de seguir el ritmo que marca el grupo sin problemas. Algún choque, algún golpe, pero nada grave. Hasta que pasamos cerca de una de esas boyas que marcan el camino hacia el final del primer largo. En ese momento todo se convierte en una guerra. Todos quieren (queremos) pasar cerca de las boyas y nos enzarzamos en una pelea sin paliativos. En ningún triatlón había sufrido tanto en el agua. Hasta el extremo de pensar en abandonar, sometido a una secuencia de aguadillas continuas. Pero en esas circunstancias, parar no iba a librarme del agua, así que toca seguir nadando. Además, estoy en la parte izquierda del grupo, con lo cual no puedo buscar una zona más tranquila. En las boyas de giro va a tocar pelear por un espacio junto a ellas, porque cruzar el grupo hacia el exterior es imposible.

En el pasillo camino de boxes
He tomado ya la segunda boya, y ahora sí que parece que he encontrado un espacio más o menos cómodo. Nado con calma, ahora sí persiguiendo conscientemente los pies del nadador que llevo delante. Más que para marcar un ritmo, que también, me sirve para entretenerme. Además, como respiro por la izquierda, veo cómo el sol se va asomando entre las nubes. No va a hacer un día despejado, pero la luz que se filtra a través de la capa superficial del agua genera una imagen casi onírica, en la que se ve a otros nadadores que van en paralelo aunque estén separados por metros de distancia. En la parte más alejada el mar estaba algo ondulado, pero según volvemos a la playa, vuelve a estar relativamente tranquilo. Ningún problema en este sentido. Voy buscando las referencias que había memorizado el día anterior para no aparecer demasiado lejos del pasillo que lleva a los boxes. Cuando por fin poso los pies en la arena, veo que el reloj marca cuarenta minutos. No vamos tan mal. Al menos, según lo previsto. Echo la vista atrás y veo que aún queda un reguero de nadadores. Mientras me quito las gafas, el gorro y la parte superior del neopreno camino de los boxes Julia se desgañita para animarme.


41:05
Puesto 176/319 'finishers' masculinos (55/100)
40:43 para 2070 m. según mi GPS (1:58/100m)

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90 km. de ciclismo sin 'drafting' entre Vigo y Nigrán

Manos en los frenos: estamos llegando
a la cabecera del circuito
En los boxes suena AC/DC. Animado por la música me cambio sin problemas. Sólo hay que ponerse gafas de sol (más por las salpicaduras de agua que la luz, más habría valido llevar cristales claros), el casco, el dorsal y salir zumbando. Bueno, zumbando no. Mejor con calma. Habida cuenta de la experiencia castellana, había planeado tomarme la bici con cierta calma. Y con cierta quiero decir la de encontrar ese punto en el que uno no va a tope, pero va rápido. Había usado varios entrenamientos con la cabra para determinar en qué rango de pulsaciones debía moverme para no venirme demasiado arriba. Además, había estudiado el circuito el día anterior y aunque era eminentemente llano, no era del todo plano, pues cuenta con los repechos propios de una carretera costera, que baja a cota cero en la orilla pero gana un poco de altura cuando se aleja unos metros del agua.

En todo caso el circuito comienza con un repecho que sólo se sube una vez (como me había confirmado Hugo Pachón, anfitrión de lujo en la conexión Trirunners-Galicia) y, una vez en la carretera que recorreríamos arriba y abajo, plato grande y no quitarlo en dos horas y media.

A partir de cierto momento empieza a llover con ganas, y siento frío. Pedaleo con una cadencia estable, y me mantengo dentro del rango de pulsaciones deseadas. Adelanto a gente a cuentagotas. Y nunca mejor dicho, con la que está cayendo. Los voluntarios y espectadores animan bajo chubasqueros improvisados. El agua desluce un poco el circuito, pero no es demasiado peligroso. Sólo una de la rotondas obliga a frenar levemente. Luego, en los extremos del circuito, los giros de 180º sirven para comer con comodidad y controlar el tiempo de paso. La media es de 33 km/h. y en ella me mantengo, sin acelerar demasiado, confiado en salir a correr sin tener las piernas demasiado castigadas.

I'm riding in the rainnnn!
En total son cuatro vueltas, lo que sirve también para entretenerse. El paisaje es espectacular, pero sobre todo hacia el mar, donde destaca la silueta de las Islas Cíes asomando en el agua. Pero yendo deprisa, y teniendo que girar la cabeza para verlo, apenas se disfruta. Al menos, a partir de cierto momento uno acaba por aprender en qué momento es más rentable apretar y cuando dejarse ir según la pendiente de cada zona. Ver a Julia animar en la cabecera del circuito es otro de los entretenimientos. Es difícil de explicar, pero a veces cuesta no ir a tope. Pero tengo un plan y pienso seguirlo a rajatabla. Al menos de momento.

Cuando salgo del circuito y desciendo el repecho hacia los boxes veo que a bastantes de los que perseguía todavía les queda al menos una vuelta. Eso es buena señal. El único pero es que me descalzo demasiado pronto y, con los pies dormidos por el frío, no soy capaz de pisar las zapatillas y van golpeando el suelo mientras pedaleo. Paso doscientos metros o así tratando de colocarme sobre la bici. Controlo la situación poco antes de llegar a la línea de desmontaje. Se acaba la bici. En breve empieza la resolución de este crucigrama.


2:38:37
Puesto 144/319 (45/100)
2:37:45 para 85,7 km. según mi GPS (32,6 km/h)

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21,1 km. de carrera entre boxes y el paseo de Samil


Muchos voluntarios y buenos avituallamientos
Una vez bajado de la bici, mi mayor preocupación era si los pies iban a despertarse. Con la lluvia y el frío se me habían quedado dormidos y no sabía cómo responderían. Además de eso, intentaría ceñirme a mi plan. Había previsto correr la media maratón final en una hora y cuarenta y cinco minutos. Y esta vez me sentía capaz. Al menos, no estaba destruido al dejar de pedalear y comenzar a correr.

El circuito, a cuatro vueltas, comenzaba con un repecho que llevaba hacia el restaurante donde cenamos la noche anterior (unas almejas con fideos que integraron perfectamente la parte gastronómica y la nutricional precarrera) y hacia el hotel donde dormimos. Efectivamente está muy cerca. No en vano la noche anterior habíamos ido a dejar la bicicleta dando un paseo con la cabra cogida por el sillín. El plan consiste en correr los primeros diez kilómetros en cincuenta minutos, sin acelerarme demasiado. Cuando el reloj pita para avisar de que he completado el primer kilómetro, veo que el ritmo es algo mejor de lo planeado (4:37 frente a los 5:00 previstos), pero como ha habido cuestas arriba y cuestas abajo, decido que mejor tener en cuenta el siguiente kilómetro para los cálculos. Y se repite el ritmo. En realidad voy bien, pero ¿debo frenar? Con esas elucubraciones me entretengo mientras van pasando los kilómetros al mismo ritmo. Finalmente paso por el kilómetro diez en cuarenta y seis minutos. Decido dejar pasar un kilómetro más y hacer cálculos con los últimos diez.

Corriendo a gusto
(foto de Julia Fernández)
En esa tesitura, asumiendo cincuenta minutos para el último diez mil, sé que bajaré de cinco horas y diez minutos, lo que es un tiempo mejor que el de la expectativa más optimista. Y así, con esos cálculos me premio. Apunto mentalmente los segundos que recorto a cada kilómetro que hago por debajo de cinco minutos. Ahora voy a la par que la tercera clasificada (es algo que me ha sucedido en varias pruebas, coincidir en carrera con el podio femenino), y sigo manteniendo mi ritmo por debajo de 5'/km. Ya me cuesta, pero todavía soy capaz. Las piernas duelen, sí, pero aún van. Y el pulso se mantiene. Arriba, pero se mantiene. Ya llegará el momento en que baje. Y así llego al kilómetro 16. Esto es a falta de cinco, donde reestablezco de nuevo el cálculo: si tardo 25 minutos en los últimos cinco kilómetros, llego en cinco horas y cinco minutos. Un tiempazo, porque mi objetivo -como el sector ciclista era más duro que en Medina- era más o menos igualarlo. Y allí tarde cinco horas y diecisiete minutos. Estamos hablando de mejorar doce minutos sólo por una mejor gestión del esfuerzo. Bueno, pues de eso se trata. Noto además que voy adelantando a algunos que me adelantaron al comienzo del circuito a pie. Por una vez parece que he regulado bien.

En la recta de meta (foto de Julia Fernández)
De todas formas, ahora me cuesta cumplir con el ritmo planificado, y los segundos, en lugar de ir restándolos, voy acumulándolos. Me reservo para los dos úlitmos kilómetros, una larga recta ya con pendiente favorable, que desemboca en la recta de meta. Aprieto en ese último momento, pero ese apretar sirve sólo para no perder más tiempo. Finalmente llego a la recta de meta y miro por última vez el reloj. Cinco horas, cinco minutos y muchos segundos. Buf. Por fin. La mejor prueba de que llego vacío es que a cuatrocientos metros de la meta el competidor que iba a mi vera acelera. En otras circunstancias me hubiese pegado a él como una lapa o, mejor aún, habría sido yo quien esprintara. Y ahora le estoy dejando marchar. Porque no puedo hacer otra cosa, claro. Pero estoy contento con eso también.

1:40:59
Puesto 120/319 (38/100)
1:40:52 para 21,26 km. según mi GPS (4:45/km)

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Total
5:05:37

Puesto 124/319 (39/100)

Las conclusiones sobre la carrera no pueden ser más positivas. Me he quitado la espinita que se me quedó clavada tras el último sector en el medio ironman de Medina de Rioseco, un mes antes. Mi objetivo era más o menos igualar la marca de una y otra prueba, sabiendo que esta iba a ser más dura (aguas abiertas, más desnivel en la bici, y encima con lluvia), pero al final me he encontrado con una mejora que me deja no demasiado lejos de las cinco horas. En realidad, no tengo nada de lo que quejarme: nadé como suelo hacerlo (aunque llegué más lejos de la cola de lo que suelo hacerlo), supe contenerme en la bici (que el circuito no fuera absolutamente llano ayudaba a hacerlo) y acerté con un ritmo de carrera que pude mantener durante 16 o 17 kilómetros. He acabado corriendo a tres minutos de mi marca en media maratón. Luego, la organización, de lujo. El entorno, buenísimo. Y con entorno quiero mencionar también a Hugo. Qué majo. Y el hecho de haber juntado cuatro días libres con paradas familiares y turísticas por el camino han terminado por completar un final de temporada triatlética por todo lo alto. Ahora sólo queda centrarse en la carrera a pie, que en nada toca maratón en San Sebastián y por el camino habrá que mejorar la marca en media maratón.

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